El llamado Diccionario
de Autoridades publicado en 1726, y que viene a ser la primera edición del
actual y oficial Diccionario de la Real Academia de la Lengua, define la dulzaina
como: instrumento músico, a manera de trompetilla. Úsase en las fiestas para
bailar: tócase con la boca, y es de tres quartas de largo, poco más o menos y
tiene diferentes taladros en que se ponen los dedos. Parécese en la figura á lo
que oy llamamos Fláuta dulce. Usaron mucho los moros deste género de
instrumento, y aun oy se usa mucho en los Reinos de Murcia y Valencia. Su
etymologia procede de la dulzura de su sonido ú de la palabra Dulciana con que
en la baxa Latinidad nombraron a cierto instrumento Músico de estas mismas
circunstancias. Y cita luego como soporte erudito de tal definición un
pasaje del Quijote (capítulo 26 del tomo segundo) donde el protagonista dice:
...porque entre Moros no se usan campanas, sino atabales y un género de
dulzainas que parecen nuestras chirimías.
En tal
definición y en la cita ilustrativa, pese a su brevedad, se resume lo esencial
acerca de la naturaleza y origen de este popular instrumento que muchos
sentimos como parte sustancial de nuestros recuerdos y vivencias más íntimas.
La dulzaina,
en efecto, emparenta con la chirimía y toda la familia de instrumentos de doble
lengüeta y tubo cónico con orificios, entre los cuales el oboe sería el
representante más culto del género y las variantes populares del mismo
principio productor de música innumerables: nuestra versión castellana es similar,
aunque con diferencias (en la construcción, afinación y timbre final) a la gralla
catalana (muy vinculada a su vez a la llamada graille del Languedoc
francés, con múltiples variantes de los llamados hautbois populaires
-oboes populares- en el resto de Francia), a la dolçaina valenciana, a
la pita murciana, a la gaita navarra y aragonesa o a la xirimita
alicantina. También la llamamos por aquí charambita, término cuya
raíz etimológica sin duda coincide con la de la chirimía y la mencionada xirimita.
La mayoría de
los musicólogos reconocen un origen próximo musulmán para la dulzaina, si bien
se han señalado también antecedentes lejanos en instrumentos de lengüeta usados
en antiguas civilizaciones del Medio Oriente (Mesopotamia) y en la Grecia y
Roma clásicas (por ejemplo el llamado aulós). Suponen estos expertos que
en la mayor parte de Europa se empezarían a fabricar instrumentos parecidos a
los llamados albogues árabes (con lengüeta doble y cono de cuerno) a
raíz de las Cruzadas, entre los siglos XII y XIII, aunque en la Península
Ibérica pudo haber una más temprana influencia habida cuenta de la ocupación
musulmana desde el siglo VIII.
La versión más
simple o primitiva de la dulzaina consta de una boquilla cónica (en los modelos
más recientes de metal, de nombre tudel) donde se inserta la lengüeta (caña
-por ser de este material preferentemente- o pita); el tudel se
ajusta al tronco principal del instrumento que está modelado en madera
consistente, de encina, olivo o boj en las variantes más tradicionales, de
palosanto, granadillo o ébano en modelos más recientes, aunque también se
pueden encontrar ejemplos tallados en maderas blandas como el fresno, la
higuera o el saúco. El tronco muestra tres partes claramente apreciables. el
llamado cubilete (donde ajusta el tudel), el cuerpo donde
se practican siete orificios destinados a la digitación sonora (seis en la
parte frontal y uno más pequeño en la opuesta) y la campana o
bocina terminal destinada a amplificar el sonido.
A partir de
finales del siglo XIX este modelo simple, con una capacidad sonora limitada
(escala diatónica) se empieza a completar añadiendo llaves que pèrmiten
obtener toda la gama de semitonos musicales (escala cromática); destacan
en esta labor de perfeccionamiento las aportaciones del constructor y
dulzainero vallisoletano Ángel Velasco, que dió a la dulzaina castellana el
diseño que nos es más familiar hoy día (dulzaina de 8 llaves, hay otros modelos
hasta con 12).
Todos estos
detalles técnicos son relevantes para conocer mejor este instrumento, pero sin
duda lo más importante para quienes nos hemos criado en el medio rural es ese
vínculo invisible que ha quedado impreso en nuestro inconsciente personal y
colectivo entre el sonido de la dulzaina y el ambiente de fiesta. Ese sonido dulce,
sí, de ahí su nombre, pero también contundente, a veces estridente y un tanto
primitivo, que sirve lo mismo para inducir a la oración que para animar un
desfile o amenizar un baile popular multitudinario.
En Ampudia
contamos con abundantes testimonios de la utilización de la dulzaina en todo
tipo de fiestas y celebraciones desde hace siglos. Su presencia era obligada
especialmente en las ceremonias relacionadas con la devoción a la Virgen de
Alconada: en algunos Libros de Cuentas de la Cofradía de los Pastores
correspondientes al último cuarto del siglo XVIII y primera mitad del XIX, que
hemos podido consultar en el Archivo Parroquial, aparecen regularmente partidas
de gastos en músicos y danzantes que se contrataban para las fiestas del 8 de
septiembre y domingo del Ofrecimiento. Por ejemplo, en las cuentas del año 1798
firmadas por los Mayordomos Melchor Pérez, Josef Sánchez, Nicolás Sánchez y
Manuel Peinador (nótese que en la época había hasta cuatro mayordomos anuales)
y actuando como secretario Cipriano del Río (a la sazón canónigo de la
Colegiata), se hace constar:
Mas doy en
data ciento diez y seis reales gastados en Danzantes, Robla y Tamboritero segun
hizo constar en cuenta por menor... (el tamboritero era el
dulzainero y la llamada robla o robra era el refresco que se les
ofrecía, constituído habitualmente por avellanas, obleas y vino).
Hubo años en
que la mencionada Cofradía tuvo su dulzainero de plantilla, por decirlo
de alguna forma, es decir, adscrito de alguna manera a la propia Cofradía con
una asignación fija, que recibía algunos pagos extra si tocaba en fechas
distintas a las de obligación (los citados 8 de septiembre y Ofrecimiento). Por
ejemplo en las cuentas del año 1812-1813 (los mayordomos y la contabilidad
tenían vigencia desde el domingo del ofrecimiento de un año hasta la misma
fecha del siguiente) se anota:
...Más son
data cincuenta y ocho reales que pagué a Alonso Higelmo, tamboritero de esta
Cofradía, en esta forma: cinquenta reales por tocar el día de Ntra. Sra. de
Agosto de que no está obligado y los ocho restantes por el día de la festividad
de nuestra Patrona como es costumbre...
También
el Cabildo de la Colegiata contrataba a veces músicos para procesiones o
ceremonias, si bien con preferencia por formaciones más cultas. En los Estatutos
de la Colegiata que estableció el Duque de Lerma (confirmados en 1609) se
contemplaba la posibilidad de que, aparte de un coro de niños permanente, se
contrataran otros cantores y ministriles que pareciere recibirse lo cual
quede a elección del Abad y Cabildo con aprobación del Patrón y se les
de el salario que al Abad y Cabildo pareciere. Especialmente esto se hacía
en la fiesta del Corpus, cuya procesión, según los mismos Estatutos, ...se
ha de hacer solemnissima llevando todos los de la Iglesia candelas encendidas
mostrando así con las campanas como con otros instrumentos de música
mucha alegría y contento espiritual en reconocimiento de tan gran merced y
Beneficio como nuestro Sr. fue servido de hacer al linaje humano... También
el día de Alconada a veces se contaba con música contratada por el Cabildo,
aparte de la sufragada por la Cofradía: en el año 1859 consta en los Libros de
Hacienda del Cabildo un gasto de 57 reales que se gratificaron a los músicos
de Dueñas por tocar en la procession e intervalos en la misa de Alconada.
Tenemos
suerte en Ampudia de haber mantenido vivo el uso de la dulzaina hasta nuestros
días, gracias al esfuerzo de sucesivas generaciones de dulzaineros y danzantes,
cuya dedicación y trabajo merece toda gratitud y el máximo apoyo institucional
y colectivo. Si algún día faltaran los aires de la dulzaina en nuestras fiestas
populares, estaríamos ante un síntoma inequívoco de riesgo de extinción para
una parte sustancial de nuestras raíces vitales y de nuestro rico patrimonio
cultural.
Ignacio Izquierdo Misiego. Publicado en la revista La Corredera (2012).